22 septiembre 2009

Ahora ya veo que tienes sueño, Nancy. ( Por Barbarita Rubio )





















Cuando estoy de mal humor y me pongo a escribir me salen cosas muy feas. Cosas que nadie querría leer, seguramente. O tal vez cosas que yo no querría que nadie leyera. Sin embargo, lo que más me preocupa es que cuando se me tuerce el ánimo es cuando más tengo para decir.
Ya de niña me pasaba. Escribía hasta por los codos en cuanto me mandaban a mi cuarto castigada. Y por supuesto, todo lo que redactaba con tantísimo esfuerzo en mi cuaderno de dos rayas eran planes de venganza.
Venganza contra mi abuela.Venganza contra mi madre.Venganza contra cualquiera que, directa o indirectamente, hubiese tomado parte en la terrible injusticia que se estaba cometiendo contra mí y que en esos momentos me tenía marginada del mundo.
Pero ya antes de haber aprendido a leer y a escribir con soltura, jamás me quedé con las ganas de desahogarme. Siempre fui una niña con recursos y me servía del medio oral sin problemas: agarraba a la muñeca, la ponía sentada delante mío, y a la pobre la obligaba a quedarse ahí inmóvil y a escucharme hasta que de puro aburrimiento se le cerraban los ojos mecánicos y se quedaba dormida. Y yo después de ella, claro.
De entre los planes de desquite más temibles y dolorosos que pude urdir en la semioscuridad de mi cuarto (castigada no me dejaban encender la luz grande), apuntaba como favorito el de escaparme de casa a la mañana siguiente. Pero escaparme lejos, muy lejos. Tan lejos como podía estar mi calle de la boca de metro más próxima, que se encontraba a unos veinticinco minutos andando. O hasta el mercado, que también era un lugar muy, muy remoto y que para llegar había que pasar por lo menos cuatro esquinas con semáforo.
Verde para cruzar, rojo ahí quieta.
Nancy, tú te vas a venir conmigo —le anunciaba a mi muñeca cada vez que se imponía el plan de fuga—. Aquí sola no te puedes quedar. Esas dos son unas brujas —me refería a mi madre y a mi abuela—, pero brujas malas, no como nosotras… ¡y a saber qué podrían hacerte! Además, luego vienen los primos, y cuando vienen ellos ya sabes lo que hay. ¿Te acuerdas del día que se escondieron contigo debajo de la mesa y te cortaron los dedos de las manos y el pelo, y te pintaron toda con rotulador verde? Si ese día no me morí del susto es porque aún soy pequeña. Si fuera grande seguro que me hubiera muerto. Conozco a un señor mayor que se murió por susto, Nancy. No, pero yo no; yo aún no me muero. Yo soy pequeña, ya te digo. Lo que sí estuvo bien es que la tía Loli rápidamente me trajo otra como tú y pude cambiarte. Menos mal… ¡si no, aún estaría llorando!
La tía Loli me coge en brazos y baila conmigo. Es la persona mayor que más me gusta que venga.
A lo mejor no lo has pensado, Nancy, pero seguramente cuando estemos escapadas necesitaremos dinero para comprar comida. Se me ocurre que podríamos disfrazarnos de pobres y pedir a la gente que pasa, aprovechando que estaremos en la puerta del metro. Siempre hay personas pidiendo en la puerta del metro y alguien nos dará. Diremos que nos hemos perdido y que tenemos hambre (lo que seguramente será cierto). Como las barras de pan son baratas, enseguida juntaremos lo suficiente para comprar una, y con lo grandes que son nos durarán un día entero. Así no tendremos que estar todo el rato allí y podremos ir al parque también… si es que alguien nos dice cómo llegar al parque desde la boca de metro, claro, porque yo no sé ir y supongo que tú tampoco.
Cuando volvemos del parque siempre quiero sentarme en el suelo a medio camino. Me dicen levántate, vaga, ¿a que no venimos más? Lo que menos me gusta de ir al parque es que hay que volver. El parque debería estar más cerca.
Nos vamos a quedar allí columpiándonos casi todo el día, Nancy, ya verás. Nadie nos va a mandar más ni nos va a obligar a pedir perdón si no hemos tenido la culpa de nada.—La acercaba más a mí y le arreglaba un poco la melena—. Por descontado que voy a poner todos tus trajes en la bolsa, es lo primero que voy a hacer en cuanto nos levantemos, por eso no tienes que preocuparte.
Los vestidos de la Nancy me los trajeron los Reyes. Por mi cumple no me los regalaron. De mi cumple no se acuerdan. Menos mal que están los Reyes y ellos sí me traen lo que les pido.
Ahora ya veo que tienes sueño, Nancy. Yo también. Mañana se van a enterar todos cuando no aparezcamos más. —Le daba un beso—: Te quiero mucho. Y no tengas miedo, no voy a dejarte nunca sola.


. . . . . . . . . . . .


El libro de Barbarita lo podéis comprar aquí: ( http://www.lulu.com/content/615075 ) a mi me encantó...Su blog lo podéis leer aquí: ( http://barbarita.blogsome.com/) y os podéis deleitar con su colección de muñecas y sus preciosas fotos aquí: ( http://srtapepis.blogsome.com/ ) MERECE LA PENA VER SU ÚLTIMA ENTRADA Y ESA PRECIOSA NANCY CAPAS .